En la masonería, los ritos y los mitos no son simples accesorios ornamentales. Son el corazón mismo del camino iniciático. Pero para quien observa desde fuera —y a veces incluso para quien inicia su camino dentro— pueden parecer exageraciones, elementos teatrales o, peor aún, ficciones sin sentido. Sin embargo, esta frontera entre lo simbólico y lo real es donde sucede lo más importante.
El rito masónico no es una obra de teatro. Es un lenguaje codificado en símbolos, gestos y silencios. No pretende representar algo: pretende provocar algo en quien lo vive. Su finalidad no es entretener ni enseñar en el sentido académico, sino transformar desde adentro. Participar en un rito es aceptar una vivencia que se escapa de lo literal, una experiencia que trabaja en planos más profundos que la razón discursiva.
El mito, por su parte, no es una mentira ni una fantasía. Es una forma antigua y poderosa de transmitir sabiduría. La masonería, al igual que muchas tradiciones espirituales, se apoya en mitos fundacionales que no deben leerse como hechos históricos, sino como relatos cargados de verdad simbólica. La historia de Hiram Abiff, por ejemplo, no necesita haber ocurrido para ser verdadera: su poder está en lo que representa, no en lo que documenta.
Esta mezcla de rito y mito genera una atmósfera distinta. En el espacio de la logia, el tiempo cotidiano se suspende. El iniciado entra en un “espacio otro”, donde las reglas no son las de la lógica cotidiana, sino las del símbolo. Ahí, el aprendiz se convierte en constructor de sí mismo, guiado por escenas que lo confrontan con sus miedos, sus sombras, sus ideales.
Desde afuera, puede parecer exagerado o innecesario. Desde adentro, el iniciado entiende que lo simbólico no es lo opuesto a lo real, sino una forma más profunda de realidad. Lo simbólico permite acceder a verdades que el lenguaje habitual no puede contener. Por eso se protege, se guarda, se respeta. No por temor a que se descubra el secreto, sino porque sin la experiencia vivida, el rito pierde su poder.
Los ritos y los mitos masónicos no buscan convencer a nadie. No hacen proselitismo ni ofrecen dogmas cerrados. Invitan. Proponen. Sugieren. Son una invitación constante a mirar más allá de lo evidente y a permitir que lo invisible actúe.
Quizá, para comprender la masonería, no basta con estudiarla. Hay que vivirla. Porque en esa frontera donde el símbolo se hace acto y el mito se convierte en camino, comienza lo verdaderamente transformador.
La masonería, una de las fraternidades más antiguas y enigmáticas del mundo, ha estado rodeada de mitos y malentendidos durante siglos. Aunque sus enseñanzas y prácticas están basadas en principios de libertad, igualdad y fraternidad, muchos desconocen su verdadero propósito. En este artículo, exploramos algunos de los mitos más comunes y las realidades que los desmienten, con el objetivo de educar y aclarar lo que realmente implica ser masón.
Mito 1: La masonería es una secta secreta
Realidad: Aunque la masonería es discreta, no es una secta secreta. Las logias masónicas tienen ubicaciones conocidas y muchas realizan eventos públicos. Además, los masones no están obligados a ocultar su pertenencia a la organización. Sin embargo, algunos aspectos de sus ceremonias y rituales son privados para preservar su simbolismo y significado.
Mito 2: Los masones controlan el mundo
Realidad: Esta teoría conspirativa ha sido alimentada por la falta de información y el misterio que rodea a la masonería. La realidad es que los masones no tienen una agenda política o económica global. Su enfoque está en el desarrollo personal, la mejora de sus comunidades y la práctica de valores éticos.
Mito 3: La masonería está vinculada al satanismo
Realidad: Este mito proviene de malentendidos sobre los rituales y símbolos masónicos. La masonería no está relacionada con el satanismo ni con prácticas oscuras. De hecho, la organización requiere que sus miembros crean en un ser supremo, conocido como el Gran Arquitecto del Universo, sin imponer una religión específica.
Mito 4: Solo los hombres pueden ser masones
Realidad: Aunque muchas logias masónicas tradicionales son exclusivamente masculinas, existen logias femeninas y mixtas en todo el mundo. Estas logias promueven la inclusión y ofrecen a las mujeres la oportunidad de participar en las enseñanzas y ceremonias masónicas.
Mito 5: Los masones tienen rituales peligrosos o extraños
Realidad: Los rituales masónicos son simbólicos y buscan enseñar lecciones éticas y filosóficas. Aunque pueden parecer extraños para los no iniciados, no implican ningún tipo de práctica peligrosa ni actividad ilícita. Estos rituales son una forma de reforzar los valores masónicos.
Mito 6: La masonería es una organización exclusivamente elitista
Realidad: La masonería está abierta a personas de todas las clases sociales, siempre y cuando cumplan con los requisitos de buen carácter y compromiso con los principios masónicos. Si bien algunos miembros han sido figuras destacadas, la mayoría son ciudadanos comunes comprometidos con la mejora personal y comunitaria.
Mito 7: Los masones tienen influencia en la religión
Realidad: La masonería no interfiere en las creencias religiosas de sus miembros. Cada masón tiene la libertad de profesar su fe, y la organización no promueve ninguna doctrina religiosa. De hecho, una de sus enseñanzas fundamentales es el respeto por la diversidad religiosa.
Reflexión Final
La masonería es una organización dedicada a la auto-mejora y al servicio a la humanidad. Si bien ha sido objeto de muchas especulaciones, la verdad detrás de la masonería es mucho más sencilla y noble de lo que sugieren los mitos. Al desmitificar estas ideas erróneas, podemos apreciar mejor los valores y enseñanzas que esta fraternidad ofrece a quienes eligen formar parte de ella.



